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Lázaro Castillo, Jr.

Thursday, March 24, 2011

HABLANDO DE LAS RELACIONES HUMANAS Y CON DIOS

Practicando con estudiantes
Mi hermano Daniel enseñando la disciplina del Karate. 
Como pone en práctica la filosofía budista, “ vivir en el aquí y ahora” y olvidarse del pasado ayuda a combatir  el estrés, porque nos preocupamos menos por las cosas que no tienen solución al tiempo de subirnos el autoestima. Distraerse con el pasado (negativo) es una pérdida de tiempo que no edifica, y nos roba la luz, alejándonos de vivir en el momento o presente. Todo lo que debemos hacer para un mejor presente-futuro es perdonar/ auto perdonarnos y seguir disfrutando del momento haciendo lo mejor que podamos sin mirar hacia atrás. Dar gracias a Dios por lo que tenemos, además de servir a nuestro medio social con lo mejor de nuestro potencial.

Mi hermano y yo hemos superado el pasado y logrado al mismo tiempo una mayor relación con Dios y con el prójimo porque observamos las cosas “malas” como aprendizajes, y las buenas como bendiciones. En verdad existe una ambigüedad entre las cosas que llamamos malas o buenas. Por decir un ejemplo, cuando éramos pequeños no teníamos muchas opciones en cuanto a nuestros padres. Fuimos los primeros hijos de un matrimonio que tenía mucho en común, además de no estar comprometido con nuestra crianza. Esta experiencia nos enseña que no es necesario victimizarse ni desplazar culpas, y que siempre dentro de las opciones por muy intolerable que sean estas, Dios siempre nos guarda un almohadón para balancear el golpe.

Mi herno y familia compuesta por hija y esposa 01/10/2011
¿Qué aprendimos del dilema de la vida con el pasar de los años? Una de los jeroglíficos más importante para la vida según mi percepción es mantenerse alegre consigo mismo en lugar de vivir tratando de contemplar a todo el mundo como una obligación o codependencia que no nos deja ser auténticos o transparentes. Es fácil asumir un falso sentido de la responsabilidad pensando que tenemos que agradar a todos, arreglar a tal o cual persona, rescatar a tal otra y resolver el problema de los demás. Este es el dilema que tenemos que vencer: Quien nos quiera debe aceptarnos auténticos. La genuinidad nos identifica como únicos, y aceptándonos tales y como somos es vivir feliz y fuera de conflictos.

Por primera vez me ha impresionado alguien inigualable con mucho talento, que según mi interpretación nos enseña a ver la vida desde un ángulo positivo, dejándonos saber con énfasis su pasión por el prójimo. Estoy refiriéndome al pastor de la iglesia Lakewood, Joel Osteen. Su transparencia y sencillez han persuadió mi interés por leer sus predicaciones llenas de mensajes positivos y sin fines lucrativos. Sus publicaciones tales como “Su mejor vida ahora” y “Lo mejor de ti” me han dejado atónico interpretando sus mensajes como extraordinarias reflexiones.

Es noble ayudar a los demás siempre y cuando no perdamos el equilibrio y nos olvidemos de nosotros mismos, de nuestra salud entre otras necesidades. En otras palabras, sin caer en el egocentrismo o narcisismo que nos convierte en egoístas, debemos como primera cuestión observar nuestras necesidades elementales o primarias según nos indica el psicólogo humanista Abraham Maslow; después, cuidar de nuestros hermanos como corresponde a la convivencia y responsabilidad con la comunidad. Esta empatía con la sociedad en general nos acerca al Padre, que es en su esencia, la única manera de demostrar agradecimiento y nuestro amor por El.

Hay gentes que uno no debería tener contactos porque nos roban energía y nos arruinan el momento. Hay otras gentes que escogen ser infelices, y que igualmente les gusta que vivamos como ellos, es decir, bajo el control de sus negativas emociones. Freud llamó a este mecanismo de defensa “proyección” o “desplazamiento emocional”. La más importante de las respuestas, es no personalizar las acusaciones subjetivas de culpas o carentes de evidencias.

Desafortunadamente, también existe otro grupo de gentes que nunca cambiarán por mucho que trabajemos a su favor. Sólo alguien cambia como dijo Carl Rogers, “cuando el individuo reconoce el error o internaliza la necesidad de cambio en correspondencia con la demanda social". La raíz de todos los problemas asimismo cambiar o tener la voluntad de desarraigar lo disfuncional o aprendido, siempre ha sido tópico de discrepancia entre neurólogos, religiosos, psicoanalistas u observadores de la conducta humana.

Mi filosofía para elevar el autoestima o amor propio consiste en donde hay compasión, hay amor y perdón. Entonces el odio y el rencor desaparecen. Y donde hay estas cosas que Dios nos ha enseñado, hay progreso espiritual y también material. Estoy decidido a mantener un diálogo interior positivo. Rechazaré todo pensamiento negativo con respecto a mí mismo y a los demás y meditaré todos los días repitiéndome: Soy valioso. Soy capaz de hacer todo aquello a lo que Dios me ha llamado.

PD. ¿Cómo poco a poco puedo mejorar la Autoestima?

Lo primero que tenemos que saber es que la autoestima no es congénita o hereditaria, sino que nosotros mismos construimos con el vivir y las experiencias. Por esa razón es importante que sepamos que la autoestima va a cambiar a lo largo de nuestras vidas, que nosotros somos los protagonistas del papel principal, y con nuestro esfuerzo, también la podemos transformar. Quiero hacer énfasis en la frase “querer es poder”.

El requisito para mejorar nuestra autoestima es dejar la obsesión de criticarnos a nosotros mismos. Es importante que identifiquemos los pensamientos negativos del tipo: "soy inútil, "soy feo", "todo lo hago mal", "me doy asco", "si la gente me conociera de verdad, no me querría", etc. Cada vez que pensamos así, estamos maltratando duramente a nuestra autoestima. Cuando nos encontremos con un pensamiento que atenta contra nuestro “ego” tenemos que enfocarnos en una forma más positiva y cambiar este pensamiento por uno más racional, es decir menos riguroso.

- Este articulo es en reconocimiento a Dios, quien a mi interpretación, ha dirigido nuestros pasos (los de Daniel Vladimir y los míos), especialmente en los momentos difíciles.